viernes, 24 de junio de 2016

"Mate" - Sergio Alvez



Ruben Molina nació y se crió en la picada Itatí. Hizo hasta tercer grado y después, como casi todos en el paraje, tuvo que dedicarse de lleno a la tarefa. A los 18, volviendo en pedo de un baile en Oberá, se le dio por cuatrerear. Con su amigo el Polaco Machicoy, descueraron a machetazo limpio una de las vacas del Mencho Penayo. Se llevaron la carne en ponchada hasta la casa del Polaco, donde hicieron alto asado y siguieron farreando grande hasta la tardecita.

Mencho Penayo se enteró al otro día. Uno de sus peones, silencioso testigo del hecho, le puso al tanto de todito cuanto había pasado. La policía detuvo a Ruben y Polaco a las pocas horas de la denuncia.

El Polaco Machicoy quiso retobarse y ahí nomás, en el patio de su propio rancho, los milicos le reventaron el cráneo a rebencazos. Ruben no opuso resistencia cuando lo fueron a buscar. Se dejó llevar, ante la mirada abatida y llorosa de su madre. Le tuvieron un par de meses en la comisaría y después le mandaron a la cárcel de Candelaria.

Adentro, Ruben Molina era un sujeto callado y taciturno, más aun que cuando estaba libre, lo que ya era bastante decir. Lo único que hacía era tomar mate todo el día.

Lavaba ropa de otros presos para poder ganarse la yerba, ya que nadie iba a visitarle. Una vez le robaron su termo y su mate. Tuvo que levantarle la voz al ladrón. Éste le desafió a pelear. Se agarraron a facazos en el patio. Entre cinco guardias tuvieron que separarlos. El incidente le costó a Ruben una sesión de picana y catorce días en “la tumba”, donde no se veía luz alguna. En esos días, toda la comida se reducía a un pedazo de pan duro por día. Cuando salió debieron internarle. Estuvo una semana en el hospital y al volver a la cárcel, ya no era el mismo. Hablaba solo. Movía la cabeza en círculos, de la nada. Simulaba tomar mate aunque no tenía equipo. Había enloquecido.

Un compañero de celda le consiguió un mate y un termo. Ruben tomaba mate con ese equipo. Y cuando se quedaba sin agua, seguía tomando igual, largas horas, chupando la bombilla con el mate vacío. Eran muchas más las veces que tomaba así, sin nada, que las que tomaba de verdad.

Cuando entró el nuevo director penitenciario, al ver que nadie reclamaba por Molina, y que éste era un loquito que no parecía ser peligroso para la sociedad, se decidió darle la libertad. Le llevaron a una zona rural de Corrientes, y ahí le largaron.

Ruben deambuló por los campos varios días, hasta que encontró un pueblito. Allí, una mañana, entró a una casa. La mujer que la habitaba pegó un grito al ver a aquel sujeto sucio y harapiento en su cocina. Ruben le tapó la boca. Ella entendió que debía hacer silencio. Él puso sus dos manos en el cuello de ella y presionó un poco.

—Mate. Hacé un mate. Un rico mate. – le ordenó.

La mujer, temblando, encendió la hornalla. Ruben se sentó en una de las sillas, sin quitarle la mirada de encima. La dueña de casa quitó la yerba vieja de un porongo y la cambió por yerba nueva. Le preguntó, al borde del llanto, si lo quería dulce o amargo. Ruben contestó que amargo. Cuando el agua se acercaba a su punto de hervor, la mujer apagó la hornalla y llenó el termo. Sacudió el mate para sacarle el polvillo. Clavó la bombilla en la yerba, le tiró un chorrito de agua de la canilla, chupó ese primer mate frío, y lo escupió. Ruben sonreía al observarla.

Cuando al fin le pasó el primer mate, Ruben se llevó la bombilla de inmediato a la boca. Chupó. Permaneció un instante en silencio, con la vista clavada en los ojos de la mujer.

—No me mate, por favor- suplicó ella.

—Dame otro- dijo él.

Ella volvió a cebarle. Ruben saboreó ese segundo mate con visible emoción.

Después puso el mate sobre la mesa y salió caminando despacio de la casa, hacia la calle. Caminó en dirección a la ruta, con el alma serena y los pasos lentos. En ese mismo momento en que se alejaba, la comisaría recibía el llamado de la señora.


"Cabezas contra el asfalto" - Samanta Schweblin

Si golpeás mucho la cabeza de alguien contra el asfalto -aunque sea para hacerlo entrar en razón-, es probable que termines lastimándolo...

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